martes, 15 de marzo de 2011

Tabaco y relaciones antropológicas



Antetítulo: RELACIONES ANTROPOLÓGICAS

Título: Guindando historias del tabaco


Por. Edilson Silva Liévano *
Ramiro Leguízamo Serna *



Gancho o Resumen:
Cuando se hacen informes, referencias o análisis sobre el mundo del tabaco lo más común es que se traiga a colación sus efectos nocivos para la salud. Otros se relacionan con la parte comercial, publicitaria y legal, entre otras. Sin embargo, los autores de esta investigación pretenden con el presente artículo tomar la iniciativa de redescubrir todos esos encantos milenarios que lo rodean y, así, ofrecer a los lectores la posibilidad de entender una parte de la historia del tabaco en Colombia; es decir, pasando por sus antecedentes en cuanto a consumo, evolución comercial y, por supuesto, la actualidad de dicho tema. Con ello se busca que se convierta en pieza comunicativa y de referencia en Colombia.
Con olor a sahumerio
La historia del tabaco en la Abya Yala-Tierra en pleno florecimiento-, se remonta a la época prehispánica, dado que es una planta originaria de las tierras que luego serían bautizadas como América. Pero es aquí donde tuvo su florecimiento; es decir, con los relatos del cronista de Indias, Rodrigo de Jerez, quien relata por primera vez para la Historia su hallazgo:
"Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, (y) yervas para tomar sus sahumerios que acostumbravan. No hallaron poblaçión por el camino de más de çinco casas, y todos les hazían el mismo acatamiento. Vieron muchas maneras de árboles, yervas y flores odoríferas. La tierra muy fértil y muy labrada de aquellos mames y faxoes y hadas muy diversas de las nuestras, eso mismo panizo y mucha cantidad de algodón cogido y filado y obrado; y que en una sola casa avían visto más de quinientas arrovas y que se pudiera aver allí cada año cuatro mill quintales.
Dize el Almirante que le pareçia que no lo sembraban y que da fruto todo el año; es muy fino, tiene el capillo grande. Todo lo que aquella gente tenía diz que dava por muy vil preçio y que una gran espuerta de algodón dava por cabo de agujeta o otra cosa que le dé. Son gente, dize el Almirante, muy sin mal ni de guerra, desnudos todos, hombres y mugeres, como sus madres los parió. Verdad es que las mugeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande que le cobija su natura y no más. Y son ellas de muy buen acatamiento ni muy negro (s) salvo menos que canarias"
Sin embargo, no hace falta el relato de la Historia (1) para entender que las comunidades aborígenes han mantenido alguna relación con la planta del tabaco, Según investigaciones sobre el tabaco “los primeros que usaron las hojas del tabaco para fumarlas fueron los mayas hace mil quinientos años. Su legado de peculiares trallas y grabados demuestran cómo este pueblo centroamericano dio al fumar un carácter religioso y ceremonial. Imágenes como sacerdotes fumando en actitud de adoración al sol, auguraron el éxito de un cultivo que, sin duda revolucionó la vida del campo”. Dado que las comunidades aborígenes son proclives a una concepción cosmogónica y metafísica de la realidad, cualquiera que sea, por ejemplo las enfermedades, los primeros usos del tabaco se orientan al uso curativo y expulsión de algunas enfermedades: “los nativos mayas estaban convencidos de que la enfermedad era producida por un mal espíritu que se apoderaba en el enfermo, y solo podía ser expulsado de él mediante el humo del tabaco”.
Vale la pena mencionar que se denominan cosmogonías las creencias o adoraciones de los comunidades indígenas, entre otras.
La investigación en mención relata también que: “A finales del siglo XII, los aztecas invadieron el territorio maya y asimilaron las costumbre de fumar tabaco. No obstante, dieron al fumar un carácter más social que religioso, ya que lo que ocupaba mayor interés se centró, únicamente, en la magnificencia y el refinamiento de los utensilios de fumar. Los aztecas conservaron la costumbre hasta la llegada de los españoles a principios del siglo XVI”.
Así, que la relación del tabaco se remonta a tiempos antiquísimos en los cuales prevalecen principalmente formas de relacionarse con el tabaco centrada en el uso religioso o ritual, médico, social y, posiblemente, ornamental.
“Con el descubrimiento del tabaco por parte de los españoles, y llevado de vuelta por Rodrigo de Jerez, quien a su vuelta a España no dudó en introducir la costumbre de fumar tabaco, por lo que tuvo que pagar un alto precio: la inquisición lo encarceló por practicar algo pecaminoso e infernal.
Pese a ello, el hábito se puso de moda y en el siglo XVI, el fumar había sido adquirido por todo tipo de clases sociales, distinguiendo la pipa entre las más elevadas y el rollo de hojas como precursor de cigarrillo puro, entre las más populares.
Frailes y estancos
Al principio, fueron los frailes en las huertas cerradas de sus conventos los más entusiastas y plantadores del tabaco, quienes lo utilizaban con fines ornamentales y medicinales. Así, el hecho de que el tabaco se cultivara preferentemente en estos lugares cerrados, llevó más tarde a dar el nombre de estancos a los comercios donde debía venderse
Con lo anterior, se observa cómo varias valoraciones operan alrededor del tabaco, que van del orden mítico-religioso social, y pasan indudablemente por lo económico y que profundizaremos líneas adelante.
Con la óptica de la actualidad
Contemplada la parte histórica y ancestral del tabaco, a continuación se presenta la realidad descrita; agrupada en varias líneas de sentido que según los investigadores recogen las relaciones que los habitantes de dichas localidades establecen con el tabaco actualmente.
Los investigadores advierten a sus lectores, la necesidad de un cambio de voz en la narración, de tal forma que puedan narrativamente acercarse a la experiencia:

a) Relaciones de identidad

“Yo recuerdo que mi papá, Otto y yo, salíamos por el monte a dar los anticipos, cuando ya muere mi padre nos vamos a San Jacinto, ahí le pierdo el hilo”
Salomón Pérez (Carmen de Bolívar)

Es 6 de julio de 2010, un avión de Aerorepública transporta a los investigadores y autores de este artículo de la Ciudad de Bogotá a Barranquilla, y de allí se dirigen en un taxi que les cobra $50.000 pesos a la población del Carmen de Bolívar, al sur del Departamento de Bolívar; pero hasta ese momento Silva y Leguízamo, van por el Atlántico, apenas aclimatando sus cuerpos a la temperatura de la Costa Caribe que, va de los 26 a los 32 grados centígrados; en esta temporada regida por el invierno. Dentro el vehículo, el aire es suave, acondicionado, no son más que cuatro, el chofer, otro hombre y los docentes-investigadores. Resulta curioso pero los autores del artículo, docentes de la Universidad Cooperativa de Colombia, únicamente poseen unas pistas sobre algunos hombres del Carmen de Bolívar relatadas en un estudio del Banco de la República, por Joaquín Viloria de la Hoz; sobre el Tabaco del Carmen.
Viloria de la Hoz, ahora está en Banrep, Santa Marta, la esperanza de los investigadores se traduce en poder hablar con él días después. Sobre todo, porque su trayectoria en estos menesteres les ha hecho entender que si desean llegar a algún lado, lo mejor es hablar.
La clave es decir el nombre del alemán, sí, un alemán llamado Hans Kuhlmann. Y el conductor que es un hombre caribeño y proclive a la conversa, los mira sin sospecha, pero sí con intriga. Le manifiestan que son “profesores” porque antes se había acordado no mencionar la palabra investigadores, pues esta es una zona asediada por la violencia, tomas guerrilleras, masacres de paramilitares como la de El Salado; entre el 16 y el 19 de febrero de 2000, en la cual fueron asesinadas 43 personas. Así, que no dicen que son “investigadores”, eso es como sostener que son la Fiscalía. Son profesores, cuyo objetivo es el tabaco, pero las historias de violencia no se escapan, y entonces el hombre va soltando algunas perlas.
Mientras pasan por el Calamaro, manifiesta: “Esto era una carretera invisible”, y con ello se refiere a que no existía antes de la presencia del Estado, pues estaba dominada por la guerrilla hasta la liberación durante los dos mandatos de Álvaro Uribe Vélez.
Los docentes no desean hablar del tema, la verdad les da miedo, sienten que el objetivo es otro, y ese es uno de los riesgos cuando se hace investigación etnográfica, que la realidad sea más amplia y termine por devorar al investigador.
El chofer es de San Jacinto, de repente habla del “Libertador”, se refiere a Álvaro Uribe Vélez, es de esa forma como lo llaman, un salvador. Y agrega: “Porque San Jacinto es el único pueblo del mundo donde en el mismo día los guerrilleros quemaron cuatro tractomulas y un bus de Expreso Brasilia”. Entonces con un poco de asombro los docentes se miran, sienten que están en una línea de Cien años de Soledad, pero que esta vez la hipérbole se hace realidad, que no hay ficción, ni escamoteo en sus palabras, por el contrario, el hombre está escribiendo un libro intitulado “San Jacinto 409 años de olvido”, y ahí van por la carretera Oriental del Atlántico, hasta que llegan a San Jacinto. El hombre saluda a amigos en la calle, su taxi, lleva el slogan “Soy Jacintero”, pero a veces se refiere a las mujeres como sanjuaneras, su madre, dice él, era turca, aunque el hombre tiene aspecto de mulato, se llama Salomón Pérez, y su padre Agapito Pérez. Este chofer bordea los 60 años, el cabello canoso empieza a aparecer en su cabeza y sostiene que está enfermo, pero que así ha vuelto a trabajar, ahora que se puede, y entonces recuerda que le hablaron de Hans Kuhlmann, pero recuerda que está muerto, que murió, y es cierto, según lo confirma Joaquín Viloira, días después. A cambio les habla de otro alemán que no tenían en la lista de informantes claves, pero que también está muerto, Otto Shumacher, de quien sostiene es el principal representante de La Tairona, se refiere a una tabacalera que surge en 1962 cuando llega este personaje de origen germánico y que trajo 10.000.000 millones de dólares en efectivo. La realidad vuelve a sonar hiperbólica, pero así dice el hombre. Otto, continua el informante: “Llegó de Brasil, no sé exactamente de qué provincia. Su historia es bonita, porque en Carmen de Bolívar le nace un niño y como él era de religión ortodoxa tenía que ir a Bogotá para bautizarlo bajo su rito. Recuerdo que fue en el vuelo 1320, un 8 de diciembre a las 7: 30 de la mañana que se cayeron al mar en la ruta Cartagena-Bogotá. Todos murieron, el niño, Otto, su esposa y un tío. Posteriormente, La Tairona quedó en manos de los Pérez y los Méndez, pero un día se presentó un hombre de apellido Gallo que fue nombrado por los Shumacher. Èl se hizo cargo de La Tairona. Yo recuerdo que Mi papá, Otto y yo, salíamos por el monte a dar los anticipos, cuando ya muere mi padre nos vamos a San Jacinto, ahí le pierdo el hilo. Aquí estamos, ya llegamos al Carmen de Bolívar. “Uribe nos salvó de la hijueputa mierda en que estábamos medidos. La mitad de esto la vendían o la alquilaban y el otro 50 por ciento la regalaban para vivir, pero nadie quería residir ni invertir nada allí. Con Uribe fue diferente”.
Ya en Carmen de Bolívar, el hombre les sugiere que hablen con el hijo del alemán que buscan; es decir, Dairon Kuuhlmann, que es abogado. Aunque se hizo la labor no se pudo culminar con éxito. A cambio se conversó con Jairo Valle y Su esposa Yanira González; un trabajador del tabaco y su esposa.

b) Relación económica: el acopio en las bodegas

“Lo bueno que tiene para el departamento de Bolívar y de Sucre es que nos da vida, con eso vivimos y le damos estudio a nuestros hijos”
Jairo del Valle (Carmen de Bolívar)


Ya internados en el municipio del Carmen de Bolívar, un lugar donde hay más motos que habitantes, solo para ser un poco hiperbólicos, se dan cita con Jairo del Valle, que ahora está de vacaciones de la única bodega que opera actualmente, El Negro.
“El tabaco para nosotros nos está dando vida ¿Por qué?, porque vivimos de eso, casi todo el departamento del Bolívar y de Sucre vive es del tabaco. Yo, Julio del Valle, vivo hace casi 40 años del tabaco”
De la historia del tabaco del Valle recuerda: “Anteriormente, no había la maquinaria que hay en la actualidad, trabajábamos de una manera más rudimentaria. Ahora hay maquinaria y la cosa es más moderna, tenemos con qué llevar el tabaco, con qué traerlo, y se hacen las cosas con más facilidad”. Además, del Valle, relata que inició desde muy pequeño, a los 16 años con su papá y su mamá, que eran tabacaleros, “Y como siempre aquí todo el mundo ha vivido del tabaco, yo también cogí el mismo trabajo, porque no hay más trabajo para uno. Yo comencé en una empresa que se llamaba Tabaco Bolívar, entre los años 68 y 70, en el 81 pasé a la Espinosa, hasta la actualidad, ya tengo más de 30 años de estar con la Espinosa. Actualmente, trabajo con Tabaco Negro, que es la misma empresa, pero ya con otros socios”.
A diferencia de los campesinos que ganan muy poco y cuentan solo con la protección del Estado, a través del Sisben, Julio del Valle, y seguramente otros trabajadores de Tabaco Negro, cuentan con un contrato por prestación de servicio, y seguridad social.
Allí surge la pregunta ¿Qué tipos de productos finales elabora Tabaco Negro; antes La Espinosa? “Realmente, se trabaja de todo, lo último que se hace es la “avena” y el “jeren”, pero en tiempo de cosecha, se trabaja todo tipo de tabaco, se trabajan por clases, en el proceso de secamiento. Entonces ese proceso de secamiento llega a un límite, que ya está de empaque, hasta convertirla en una paca para el transporte posteriormente”.
Como casi siempre, o como pasa con gran parte de la materia prima, las pacas de tabaco tienen un destino final en Cartagena de Indias, nombre que rememora la vieja época de colonial, en donde los indianos, antes conquistadores y exploradores que llegaban a América podían enriquecerse fácilmente, primero expropiando a los aborígenes de sus riquezas, oro, plata, piedras preciosas y luego, cuando las riquezas disminuyeron se instauró la mita; es decir, la explotación de las minas, y la encomienda, el hacendado con mano de obra esclava, ya fuera aborigen o esclava. Hoy, doscientos años después de la independencia, con fiestas rimbombantes para celebrar el bicentenario, la táctica no ha cambiado, el obrero sigue siendo muy pobre, o como dirá uno de los entrevistados: “El que siembra tabaco viaja en burro, el que compra tabaco, viaja en carro”. Las pacas se van por Cartagena de Indias en los barcos, porque los dueños tienen sus contactos en el exterior. Mucho del mismo regresa convertido en cigarrillos.
Los docentes exploran un poco más con Julio del Valle y él cuenta que la compra del tabaco también depende del número de pedido, si los empresarios necesitan mil o dos mil pacas, o cinco mil kilos. Casi el comercio se hace mediante un sistema de demanda, porque el tabaco necesita un clima apropiado para almacenarse y también tiene un límite para guardarse.
“Por ejemplo si un francés, un alemán necesita dos mil pacas, dos mil pacas se le producen, si un francés necesita cien pacas de tal clase, cien pacas se hacen”. Del precio del tabaco, del Valle no tiene idea, se limita a decir que aquí cuesta pesos, y allá, y entonces señala con sus brazos, un país lejos, que el apenas ha escuchado nombrar, señala con sus brazos y manos, que allá, cuesta dólares.
Curiosamente, y como se pudo entender gracias a muchos trabajadores del tabaco, más los que laboran en las bodegas, que los campesinos que lo cultivan, muchos de ellos no fuman. “Fumaba”, dice del Valle, a la vez que agrega: “Notros tenemos más de treinta años que lo dejamos” Frente al porqué, las cosas son simples: “Porque así se ahorra el bolsillo, y se tiene un poco más de vida”. En cambio campesinas como doña Dionisia Isabel Alfaro Zabala, una mujer trabajadora que se atravesó en medio de la vía destapada que conduce al corregimiento de El Salado, quien manifestó que se fuma sus “tabaquitos diarios”, para espantar las plagas mientras trabaja y, lleva cuarenta años haciéndolo.
Por su parte, Julio del Valle, reitera que ellos han vivido siempre del tabaco, que la crianza de los cuatro hijos y la posada, que es una casa de aspecto humilde, con su tanque para aparar agua, se lo deben al tabaco.
Yanira González, esposa de Julio del Valle, sostiene que ha escuchado que el tabaco se puede utilizar para hacer colonia y remedios, pero como dice su esposo: “Aquí no se utiliza sino para eso, es decir, para recolectarlo, procesarlo y luego venderlo, pero para nada más”. Y en general, reafirma: “Esa es la actitud en El Carmen de Bolívar.

c) Los tabacos eran mejor que ahora
Los docentes terminan su visita a El Salado; dejando atrás su historia; la cual sienten tan propia como la de los oriundos. La diferencia radica en que los habitantes de este corregimiento la vivieron en carne propia. Se deja el lugar con la sensación de abandonar un pueblo que se sembró en el arenal del lecho de un río y que será para los ojos del mundo, como dice Wito; que es como comúnmente llaman a Jorge Alberto González Montes, secretario privado del alcalde de Carmen de Bolívar: “Un punto de atención”.
Allí se quedan historias como las de Abel José Montes Fuentes, quien cumplió el 6 de agosto 100 años de vida, y que a la fecha de esta entrevista se encontraba organizando una fiesta con “Papayera”, aunque su sueño es que Diomedes Díaz vaya a cantarle.
Montes Fuentes, es un hombre lúcido, con los cinco sentidos, desdentado y que aún se levanta, pero que en el cuarto contiguo al corredor donde se lleva esta entrevista tiene listo su ataúd; para que lo entierren.
Este anciano de sonrisa amplia, manifiesta que al diablo no lo conocen los profesores de esta investigación pero: “Yo sí, porque yo fui, más malo que el diablo”. Este hombre que tuvo 10 hijos y perdió dos, dice que el vicepresidente Santos, hermano del que ahora es presidente, le dio la mano, pero no le llevó ni un dulce; alguien que acusa a sus visitantes de ganarse la plata a costa de él.
Don Abel, durante media hora habla de su historia, va de un lado a otro sin afán, como si el tiempo fuera todo lo que se tuviera por delante, pero agrega: “Qué le importa el tiempo a alguien que ha vivido un siglo y que va a morirse un día del que ya tiene el recuerdo, su imagen”.
En lo referente al tabaco dice sólo una frase: “Los tabacos eran mejor que ahora”. Y. así, rememora un tiempo, quizá anclado a una fórmula fija de la oralidad: “Todo tiempo pasado fue mejor”, pero no aquí en El Salado, pues según dicen, el tiempo mejor es ahora…
Bajando de El Salado, a veces los campesinos aparecen a los lados de la carretera, como doña Dionisia Isabel Alfaro Zabala, con sus sesenta años a cuesta, de cuerpo menudo, con la sabiduría de haber dejado a su compañero hace ocho años. Hoy, trabaja junto a siete hombres en una tierra que les dio el Incoder, en los Montes de María. Cuenta que se fuma tres o cuatro tabacos al día, mientras está en el cultivo, no “canillas” que son más largas e incómodas para fumar y trabajar al tiempo. Dice con ironía, que ella por lo pronto no se enferma. A medida que se desciende del camino que retorna al Carmen de Bolívar, ella va señalando a un lado y dice: “Aquí trabajé 15 años”. “Aquí ocho años”. “A esa tabacalera la bombardeo la guerrilla con 25 cilindros de gas”. Pese a que sabe mucho de este territorio y ha entregado su vida al trabajo allí; no tiene en su propiedad ni un metro de esta tierra.
Entonces Dionisia le ofrece una patillas al conductor por llevarla, pero los investigadores le dicen que no, que ellos están pagando el expreso, y que el conductor perdonará, pero se las pueden aceptar y se las pagan. Ahora luego de haber dejado el viaje, dicho acto parece soberbio, porque ellos viven así, hacen sus trueques, van y vienen, se conocen sus historias, sus nombres, y cuando no hay dinero, hay patillas…
d) Un mal menor: una mirada política


La hospitalidad de la gente del Carmen de Bolívar, hace sentir que este país es hermoso, que pese a la historia de violencia que recubre sus pueblos como un manto oscuro y pesado, hay gente que está dispuesta abrir sus puertas. Entonces los docentes desean hablar con aquellos que mejor lo conocen, su alcalde.
A él llegan gracias a su secretario privado, Jorge Alberto González Montes, o mejor conocido con el mote de Wito. Después de contarle quiénes son contacta una cita con Galo Arturo Torres Sierra, alcalde de El Carmen de Bolívar. Y como en esa historia macondiana, González Montes, define este pueblo por antítesis con el corregimiento de El Salado: “El Carmen de Bolívar es un pueblo sin acueducto y El Salado es una acueducto sin pueblo”.
Lo primero que se hace es indagar en la nemotecnia del mandatario la historia con el pueblo sobre el tabaco:
“Por la misma topografía, el municipio de El Carmen de Bolívar, por las diferentes alturas, llanuras que presenta, aquí es tierra fértil para los más variados productos, desde mamey hasta tabaco. El último crece en las zonas más cecas, en las llanuras del Carmen de Bolívar que dan hacia la zona sur, buscando los límites con el departamento del Magdalena y en la zona noroccidental”.
“El tabaco viene a ser unos de los fuertes de la economía municipal y regional, debido a la presencia de empresas extranjeras, especialmente alemanes, que dieron lugar junto a empresarios colombianos conocidos como la empresa La Espinosa de origen santandereano o del interior del país a la producción del tabaco y que junto con el tabaco de El salado, que es de gran calidad, constituyeron en su momento, antes de que el terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, azotaran esta región la principal fuente agrícola del Carmen de Bolívar. Paralelamente, a eso es indiscutible e innegable que el tabaco produjo riqueza a través de empleos directos, sobre todo, en madres cabezas de hogar, jóvenes, mujeres, que por muchos años, y antes de la aplicación de la Ley Cien donde no había ningún tipo de seguridad social, entregaron su mejores años, su juventud, su belleza sin lograr ningún tipo de jubilación, como pocos fueron los que lograron algún tipo de jubilación sino era porque trabajaban en el área administrativa”.
“Pero si hubo un gran avance en la clase media y media alta del Carmen de Bolívar que fueron constituidos como corredores, es decir, intermediarios entre estas grandes exportadoras de tabaco y los campesinos. Estas personas tuvieron una riqueza notoria, pero que hoy después de la violencia terminaron arruinados, porque fueron los únicos secuestrados, de ahí que los grandes exportadores tomaron camino, y fue cuando las Farc, comenzó a dinamitar, a destruir todo lo que tuviera que ver con el tabaco, no solamente en las bodegas, en las áreas de exportación y clasificación, sino en las fincas”.
“Hoy lo que se ha reactivado ha sido gracias a la “Seguridad Democrática”. Si se revisa, actualmente, el patrimonio de la gente que trabajo con el tabaco, realmente no tienen un patrimonio que aseguren el bienestar de sus hijos, pero esa ha sido la actividad de ellos”.
“Si también se analiza, en qué medida la población del Carmen de Bolívar, como capital natural de los Montes de María, como mayor productor de tabaco, las obras de impacto que se hayan realizado, que se llaman sociales son precarias o casi nulas”.
“Al observar los niveles de educación de los hijos de quienes fueron los tabacaleros, eso tampoco va a tener una gran incidencia sobre su calidad de vida. Lo que percibe es que desafortunadamente esa época era marcada por la precaria oportunidad de trabajo y de ingresos, frente a algo supremamente peor como es la persecución que le hizo la guerrilla al convertirse en verdugos de sus propios vecinos, de ranchos, de veredas, de pueblos, hasta de barrios, y fue dañando tanto la comunidad que paralelamente frente a los efectos dañinos del terrorismo y los nocivos del tabaco, yo prefiero los del tabaco”, sostiene el alcalde de Carmen de Bolívar.
Además, agrega: “Los municipios no tenemos sino unos planes de desarrollo precarios por la misma cuantía de los ingresos, que escasamente le llegan a estos municipios por parte de la nación, para así, incursionar directamente con otros planes que generen bienestar social y estabilidad laboral. Nosotros esperamos de las empresas tabacaleras, algún tipo de compromiso social con los campesinos, pero también vemos, que este trabajo le quita el estrés de falta de dinero a algunas madres de cabezas de hogar, pues allí tienen una fuente de ingreso”.

Ahora el sistema ha cambiado, ay no es como antes que los campesinos tenían que traer el tabaco por su propio costo y transporte, ahora las empresas tabacaleras les ayudan con eso, y le construyen fuentes de agua para sus cultivos. También, están proponiendo que los campesinos que cultiven tabaco reciban unos créditos blandos y ellos los van pagando a un tiempo mediano e, igualmente, se les permite que al lado del cultivo de tabaco se siembren alimentos para mejorar la seguridad alimentaria.
“Así, que estas nuevas oportunidades que brindan estas empresas tabacaleras logran un mejor equilibrio en la calidad de vida de los habitantes”.


e) El caney: clasificar, guindar, secar, esperar

“Todos los ojos están puestos en El Salado, La capital mundial del tabaco”
Wito (Cármen de Bolívar)

El secretario del alcalde acompaña a los docentes durante casi tres días, entonces concretan una cita con un hombre que los llevará por 120.000 pesos a El Salado, un corregimiento a 19 kilómetros del Carmen de Bolívar, en los Montes de María. Emprenden la ruta la mañana del ocho (8) de julio, se van aproximando al monte, verde, con una densidad demográfica muy baja, y de vez en cuando un caney despunta en las pequeñas estribaciones, rodeados de la manta verde del tabaco.
El carro avanza por una carretera serpenteada y se cruzan con los carros de la Revista Semana, que para esos días estaban llevando a cabo unos informes especiales sobre la repatriación de los habitantes de El Salado; después de la masacre.
De vez en cuando, se encuentran con los campesinos que llevan el tabaco amarrado en bultos y cargado en burros. Les piden una fotografía y ellos sonríen sin problema, pero no siempre, a veces se niegan, y se puede pensar que no es fácil que unos foráneos quieran tomarle una imagen con semejante historia de barbarie a sus espaldas. Antes de El Salado, está el cementerio, tumbas blancas, moles de cemento que atestiguan los muertos oficiales, los otros, los desaparecidos, los de fosas comunes quizá no estén aquí. Finalmente, el pueblo, un corregimiento que literalmente parece levantado en el cauce de un río que se secó en la prehistoria, las calles son de arena, es el lecho por donde ha corrido agua y sangre, dos canchas de baloncesto, una nueva que se hizo reciente para que los jóvenes jueguen, porque muchos no quieren jugar en la otra, la que está al frete de la iglesia y que sirvió de escenario para la teatralización del terror: cabezas de hombres que sirvieron de balones de fútbol, degollamientos, empalamientos, decapitaciones, tiros de gracia, tortura.
Un horror que Colombia no debería olvidar nunca, de ahí la expresión del guía cuando dice: “Los ojos del universo están puestos en El Salado”. La historia de un pueblo que un día se vio atrapado entre la guerrilla y los paramilitares, señalado por el índice del vecino que acusó a la niña, al joven, a la mujer de ser amigo, novia, cómplice de la guerrilla.
Nuevamente, vuelven a sentir que la realidad es más grande, pero estamos en “la capital mundial del tabaco”, otra hipérbole de un pueblo donde apenas una bodega compra el producido de los campesinos, y entonces se dirigen un caney; se trata de una casa de paja, rectangular, con un fogón en la mitad, unas cuantas ollas para cocinar algo, una jaula de pájaros, y un zaino, un cerdo salvaje que se cría junto con los cerdos comunes.
Allí se encuentran con Didna Figueroa, una mujer que bordea los cuarenta, pero que parece mayor, delgada y de voz cantada. Junto a ella su hijo, Oleitis del Cristo Chamarro Figueroa. Un hijo que a lo mejor parece un milagro, pero ellos no son de E Salado, subieron al monte mucho después de la masacre.
Digna, explica un poco el proceso: “Los lunes se corta, cada ocho días, luego se ensartan, y dura 15 ó 22 días en el secado, el “jamichi” se seca más rápido, y la capa dura un poco más”. Luego cuenta que este es un caney de cuatro (4) cuadros, y que cada cuadro tiene 3x5 metros, que el Caney debe tener un zarzo, espacio de secado. Cuando traen la hoja del tabaco, los campesinos la clasifican, de allí salen tres variedades de hojas: el jamiche, que es la hoja más pequeña, y de menor calidad; la capa, que es más grande, de mejor calidad; y la extra, que son hojas muy buenas, pero que según nos dice ella, a veces se las roban en los cultivos, porque es la que mejor pagan”.
Didna Figueroa, junto con su hijo, manifiestan que ensartan entre 10 a 15 cabuyas, que es la medida estándar para el tabaco. Cuando ya está seca, la llevan al mercado y por cada kilo les dan $2.000 pesos. Hacen la cuenta y más o menos el producido de una semana de trabajo no supera los $12.000 pesos por persona. Entonces se comprueba lo que había dicho el alcalde menor de El Salado: “El que siembra tabaco anda en burro, el que compra tabaco viaja en carro”.
Y entonces se comprende que los saladeros, tienen una forma lógica de comprender la realidad, de entenderla. A diferencia de los hombres que trabajan el centro de acopio y doblan el tabaco, que ganan el salario mínimo, la escala de valor disminuye para estos hombres que ensartando tabaco, se ganan la vida.

f) El Salado: capital mundial del tabaco
“El que siembra tabaco anda en burro, el que compra tabaco viaja en carro”
Gilberto Cohen, Alcalde Menor, de El Salado

Para Gilberto Cohen, alcalde menor de El Salado, la relación con el tabaco es una contravía. Para él, con apenas 25 años, bachiller académico, y aspiraciones más allá, es una cosa, pero para la gente de El Salado es otra: “Nosotros los jóvenes no pensamos pasar la vida en el tabaco. Yo quiero irme del pueblo, pero no del todo. Todavía tengo claro lo que quiero estudiar “periodismo deportivo.” Y la verdad se nota que ama el deporte, lleva una camiseta del equipo y están en las cuartas de final del mundial África 2010. Por otro lado, cree que la relación de la gente con el tabaco es excelente porque “todo el tiempo se ha cultivado el tabaco, es producto que más comercio tiene por acá”.
Luego, Gilberto Cohen, dice que el clima, y quizá eso sea lo que le dé el nombre a El Salado como la “capital mundial del tabaco, que los cultivos “no necesitan ningún tipo de ayuda química, como se siembra así muere el tabaco, y por eso se considera el mejor tabaco del mundo, porque no lleva ningún tipo de químico”.
En El Saldo, la gente vive de una relación estrecha con la tierra, la ganadería, el tabaco, la yuca, el ñame, el maíz, el fríjol y el ajonjolí, productos que crecen bajo el clima agradable de la los Montes de María, pero lo que más cultiva la gente es el tabaco, pero vuelve a ratificar; mirando un poco el futuro, una palabra que le cuesta comprender, y que los profesores le explican, que es lo que vendrá luego, y para él, dice: “Pasarme la vida sembrando tabaco, no es lo mío”
Frente al consumo, que es algo que estos dos docentes siempre le preguntan a los transeúntes la gente, Gilberto Cohen dice que sí, que ese es un hábito de los campesinos, y que los que no consumen tabaco fuman cigarrillo. Tal vez eso ratifica una cifra aproximada que, ratificaría, posteriormente, Mónica Muñoz Méndez, líder del Programa de Promoción y Prevención en Salud, de El Carmen, de Bolívar, quién afirma que el 70% de la población fuma.
g) Descubrimos que el 70 % de la población fuma

En El Carmen de Bolívar, según dicen las autoridades, el presupuesto está embargado por una mafia de abogados que logran que los recursos no entren al municipio o puedan ser ejecutados. Así, entonces, se van sumando los problemas unos tras otros.
En entrevista concedida a los profesores Leguízamo y Silva, Mónica Muñoz Méndez; líder del Programa de Promoción y Prevención en Salud, de El Carmen, de Bolívar, hace importantes comentarios sobre los Planes de Salud Territorial que se desarrollan en éste municipio.
Manifiesta: “Desde aproximadamente el año 2005, no hemos podido desarrollar un programa de salud coherente con la necesidades de la zona ya que desde ese mismo año tenemos un embargo sobre los presupuestos y ello conlleva a que las acciones de dicho plan no se ejecuten. Sin embargo, hemos gestionado acciones ante la Secretaría Departamental de Salud para que nos dé prioridad dentro de sus planes o programas. En este sentido, estamos trabajando con diferentes colegios en cuanto a la prevención del tabaquismo, en 2009 se llevó a cabo visitas a las industrias del municipio con el ánimo de promover zonas libres de humo. De igual manera, trabajamos con la Red Social de Apoyo, que está fortalecida tanto por la parte comunitaria como familiar de la zona; conformada en su mayoría por personas desplazadas, del campo y del común”.
Además, agrega: “Se inició con el tema del control del consumo de tabaco. Se desarrollaron varias encuestas y el resultado arrojó que por tratarse de campesinos que, en su mayoría trabajan en los cultivos, su principal adicción es hacia el tabaco, seguido por el del cigarrillo”.
Lo anterior se constata al observar los índices que demuestran que, un 70 por ciento de la población de El Carmen de Bolívar fuma; ante esta situación la Red Social de Apoyo, se da a la tarea de llevar a cabo diversas actividades para fomentar el no consumo del tabaco. Entre estas, momentos lúdicos y pedagógicos así como encuentros entre la población rural y urbana. De esta manera se les enseñaba o demostraba el daño que causa el tabaco o cigarrillo en sus organismos así como las patologías que se desencadena como los eficemas pulmonares, enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, epoc, estas fueron las enfermedades que más se detectaron con los análisis que llevados a cabo gracias a dicha campaña de prevención.
“En resumidas palabras esto es lo máximo que hemos podido hacer ya que como mencioné con anterioridad no contamos con recursos propios para tal fin, sólo con lo que nos proporciona el municipio que, en términos generales sólo alcanzan para cubrir la coordinación de la logística, además, contamos con la ayuda de la Secretaria Departamental que nos da prioridad”, aclara Muñoz Méndez.
Aumenta el consumo en adolescentes
Para la alcaldía de El Carmen de Bolívar y, específicamente, para la líder del Programa de Promoción y Prevención en Salud, resulta preocupante que las cifras demuestran que un alto índice de adolescentes de la población manifiesta consumir tabaco o cigarrillo, sin saber el tipo de consecuencias nefastas a que conlleva.
Pese a esto, teniendo el poco presupuesto que allí se maneja, se vienen trabajando es con población adulta; es decir, de 30 años de edad hacia delante.
“En lo que si estamos trabajando con adolescentes es con lo que se relaciona con salud mental y estilos de vida saludable”.
En este sentido, se buscó trabajar con una institución académica que, luego sirva como ejemplo y cause impacto. En dicho lugar se ha percibido que existen adolescentes que a diferencia de los estudios realizados por la Red Social de Poyo, con personas adultas las cuales consumen en su mayoría tabaco y calillas; especie de tabaco largo y delgado de elaboración artesanal o casera, los adolescentes consumen en un mayor índice cigarrillos de marca y marihuana. Estas personas se encuentran sobre todo en los nodos comunitarios y familiares de la Red Social de Apoyo.
Un dilema a simple vista
En lo referente a la reapertura de la industria tabacalera en el municipio y sobre la posibilidad de aumentar los índices de empleo y al mismo tiempo el consumo de tabaco y cigarrillo, manifiesta Muñoz Méndez, a la vez que agrega: “Esto conlleva a un dilema, sobre todo porque en este municipio luego de la violencia, el tema del desempleo es muy latente. Con la industria se reactivan los ingresos para la población. Lo más importante es desarrollar estrategias o campañas que eduquen y concienticen a la sociedad ya que una comunidad formada e informada puede trabajar con el tabaco o el cigarrillo. Es en este orden, que yo hablo de incorporar la educación en estos procesos dado que no se puede dejar de pensar en las formas de reactivar el comercio”.

Así, con un amplio abanico de historias sobre el tabaco, resta decir que las tabacaleras son una fuente de empleo, sin omitir que su consumo conlleva al deterioro de la salud. Pero surge una pregunta ¿Qué pasará con lugares como El Salado y El Carmen de Bolívar, donde la máxima esperanza se guinda en torno a este producto? Si duda el debate está por darse: tabaco o salud.